Una amiga de mi amiga se encuentra en situación de cuarentena desprevenida. La comunicación del presidente la agarró en un momento en que no tiene ni “chongo estable”, ni “chongo premium”, ni siquiera “chongo de recurso”. ¿Novio? Que es un novio, se pregunta la amiga de mi amiga, en estos tiempos de instalar y desinstalar Tinder. Venimos viviendo unos años en los que está tan prohibido sentir y engancharse, que esto de los novios y de las parejas llega a parecer una leyenda urbana. Al final que esperamos al final de la infinita secuencia de vistos clavados después del primer encuentro carnal. ¿Conocer a alguien diferente? Suena tan ingénuo como conocer a Santa Claus, o creer que, porque se dé un like en una petición, van a vacunar algún niño en África.
Resulta que a la amiga de mi amiga la agarra la cuarentena, y por suerte llegó a tiempo de comprar las pilas necesarias para su vibrador. Se compró un satisfier por Mercado Libre, y por suerte le llegó el paquete. Llegó eso, la verdura, la lavandina y el alcohol en gel. Aguante los muchachos. Y se dispuso a pasar la cuarentena con la soledad necesaria y requerida, sabiendo que, al menos ya está acostumbrada y que considerando el panorama, a veces estar sola no está tan mal… Sonrie maliciosa cuando piensa que hay muchos otros que van a estar en la misma situación.
Llevando alegremente su cuarentena, llega el momento en el que va a hacer compras. Esa salida tan esperada toda la semana (si gente, cuarentena significa que no hay que salir a boludear todos los días por un sachet de leche).
Se arregla como para una cita con un nuevo proyecto de chongo, pero al llegar al super, se encuentra con la misma desolación… No es que esperara encontrar alcohol en gel, o lavandina a precio decente, eso es como esperar encontrar novio. Pero la góndola de las verduras es una desolación. Los tomates ya la mitad están podridos, las bananas están demasiado maduras y babosas, la variedad es ninguna, termina comprando lo que no le gusta y gastando una fortuna.
Arrastrando el carrito hasta el ascensor se encuentra con los vecinos de arriba. Mantiene un metro de distancia de la pareja feliz, aun deseando ardientemente que la contagien con algo de compañerismo y felicidad. ¿Será que al final es posible?
Subida al solitario depto y mientras desinfecta elemento por elemento e todo lo que compró, tira los guantes, lava la ropa y la máscara a 90 grados y pasa alcohol puro en la suela de los zapatos, la amiga de mi amiga piensa. “Que divino. Pueden estar por afuera del sistema. Ganaron.”
Le ganaron a la cuarentena los vecis. Al sistema que hace del amor un mercado le ganaron todavía más. Al estar en pareja, no necesita exponerse a ser elegido y descartado, o a elegir y descartar, a ser arrastrado por la góndola, a ver su precio regateado. Salieron del mercado perverso del amor. Al acercarse a la ventana ve que en su balcón los vecinos cosechan kale orgánico y todo un montonazo de otras verduras que crean en masetas… seguro que no se gastaron la fortuna que ella se gastó. Una vez más le ganaron al sistema. Es así tal cual.
Tener novio es como tener huerta orgánica. Es una forma de vivir alternativa y sustentable. Lo que antes era ley, hoy se transformó en un comportamiento casi comparable a un deporte de aventura. Comprometerse, atreverse a engancharse, a tener sentimientos.
E cosechar sus frutos.
Cuando termine toda la pesadilla, la amiga de mi amiga ha decidido. Quiere hacer a un lado sus elecciones arrogantes y ausencias por temor. Procurará hacer eso mismo que ve que funciona. Salir del sistema. Tener novio y huerta orgánica.
Seguinos para mas historias de una amiga de mi amiga.
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