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Dar sexteo para recibir amor (Serie: efectos de la cuarentena)



Una amiga de mi amiga se despertó esta mañana sintiendo en el corazón un gusto amargo. Sí, porque el corazón también come, o al menos, también se alimenta. Y en épocas de cuarentena, de confinamiento y de evidencia ineludible de lo soles que estamos, se está muriendo de hambre. 
Dice el de Aforrismos que se suspende el sexo pero que el amor ya estaba cancelado hace rato. Y la razón que tiene ese muchacho, santo pagano de las redes sociales, Gauchito Gil de Instagram. 
No sé desde que lugar lo expresa en su sentir masculino, pero una amiga de mi amiga sigue siendo una mujer, y bastante vintage, nada cool. Y para ella esa frase la remite a la problemática eterna, que ya existía antes de la pandemia, antes de las redes sociales, antes de las dating apps y capaz que hasta inclusive antes de Cristo. 

Nosotras damos sexo, pero lo que queremos es amor. Damos sexo para dar amor. Queremos amor y para eso entregamos sexo. En este caso, la amiga de mi amiga, entregó sexteo. Y se jodió igual. 

La amiga de mi amiga "cayó en la trampa" de desinhibirse en una sesión de nudes privada. Se armó todo el escenario. Equilibró el espejo en una silla. Cubrió con un pañuelo un velador para obtener la luminosidad que necesitaba. Esperó el crepúsculo, que hace entrar esa luz tan bella por la ventana. Aprendió a usar la opción de la foto que espera 5 segundos para disparar. Ensayó con y sin lencería, con una bata abierta, con zapatos. 

Al final obtuvo una hermosa sesión de fotos que no pensó que mostraría alguna vez a otro. Las entregó ante la promesa “te las edito”. Le respondieron que las fotos eran bellísimas y hasta le tiraron el superlativo halago “lo mejor de la cuarentena”.  

El receptor de las nudes “te las edito” termina por editar una o dos fotos…
Le dice que las usará de “inspiración”… Le conversa un poco, pero ahí no más, ahí mismo, en ese día. Le manda alguna mísera nude en cambio. Hablan vagamente de un encuentro cuándo la cuarentena termine. La cuarentena nos permite diluir todavía más aquello que ya de por sí era “vago”.

Pero al día siguiente nada. 

Y nada al otro día también. 

No se siguió conversando. Ni chateando, ni siquiera chequeando si seguís bien. No hubo más pedidos, ni más promesas. 

La amiga de mi amiga, toma la iniciativa y lo busca. Intenta conversar. Le pregunta por alguna de las cosas de que a veces chateaban, de podcasts, de libros que leen los dos. Hasta del clima. Le pregunta como esta la temperatura en su ciudad. No viven en la misma ciudad… Pero en la cuarentena, todo vale, y en la fantasía, estamos todos a la misma distancia.

Del otro lado, hace un frio seco en la ciudad y el discurso viene agreste también. Y que frío que hace cuándo ya se mandaron las fotos sin ropa. 

Terminado el sexo terminó todo. Y si es virtual, termina eso que nunca existió.
Las nudes están entregadas. Llegaron a destino. Y ahí murieron. No trajeron de vuelta un whats app por día. No llevaron a un proceso de creciente interés. No surtieron efecto más que el momentáneo. A él lo calentaron un rato. A ella la desinhibieron y entretuvieron un rato, hasta se sintió re progre y desconstruída. ¿Lo disfrutó? ¡Si!

Pero no disfrutó de su teléfono silencioso al día siguiente, de su expectativa antes escondida de ella misma y ahora expuesta, desnuda, como en sus fotos. Carnal. Mujer. Un cuerpo más. Igual. La misma piedra para tropezar. 

Una vez más que se entregó sexo esperando secretamente amor. En este caso sexteo. 

¿Esto quiere decir que no disfrutamos el sexo? ah no, de ningún modo. Lo disfrutamos y mucho, lo deseamos y, de hecho, lo que nos molesta es ese mismo deseo de sexo. 
Si no tuviéramos deseo señores, pobres de uds. la humanidad estaría extinta...
Yo, mi amiga y la amiga de mi amiga nos reclinaríamos en una chaise longue y aguardaríamos serenas, cual musas de viejos cuadros europeos, que uds. entreguen amor, antes de darles cualquier tipo de hipótesis de tener sexo, de tocar un pecho, o de recibir una nude. 

Nuestro disfrute del sexo muchachos, es lo único que permite que no estemos en los tiempos de llegar todes vírgenes al más sagrado matrimonio.  Es lo único que permite todo esto, las redes sociales donde alimentamos seguidores, las dating apps que uds se encargan de pervertir, inclusive, cuando no son de dating. Las nudes, los sexteos. Y toda esta ausencia al día siguiente, no es más que un maltrato. Piénsenlo así... Por bien hacer mal haber. 

¿Que tendría que haber hecho la amiga de mi amiga para generar el impacto pretendido… grabarse masturbándose? ¿Y para qué? Para que le siga pidiendo más y más desnudez y regalándole más y más soledad… ¿Hasta dónde tendría que haber llegado en su entrega para obtener algo a cambio, algo que valga?

Lo que hizo mal, fue seguramente no haber comunicado esto mismo, no haber dicho necesito un amigo, un abrazo, más que pensar que alguien se hace la paja pensando en mí. Pero lo que le salió fue esto. Hacer las nudes. Hacerse la linda. La deseable. ¿Cosas de la cuarentena? O simplemente de estos tiempos de sexo hiperbolizado y amor inexistente. 

Desnuda se encuentra ella ante sí misma ahora. Sabiendo lo que quiere, lo que hubiese deseado. Desnuda ante su propio deseo. Una verdadera nude que no puede cobrar vida más allá de una fría pantalla. Querer ser amada. Querer que la cuiden. Querer ser alguien y no un cuerpo. Preferir contarse antes que mostrarse… 

Contarse sin imágenes y más allá de un sexto, me parece una fantasia sexual digna de tenerse. Y esta historia aparentemente triste y vacía, me parece llena de luz, de posibilidades de pensar en relaciones y vínculos mejores, donde seamos capaces de asumir lo que verdaderamente queremos y conocer lo que nos duele. Para no repetir. No es una tragedia, es aprendizaje. Es saber que la próxima hay que preguntar un poco más, para luego desnudarse mejor. 



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