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El PsicoNarci y su madre

En nuestro intento de relacionarnos con estas personas muchas veces tratamos de comprenderlas. Intentamos empatizar. Procuramos que es lo que hay en ellos de parecido a nosotras y hallamos estas ausencias, estas heridas, las infancias interrumpidas. Convencidas por el sesgo cognitivo de que el que sufrió igual será igual y manipuladas por la hipnosis de seducción del love bombing, nos acercamos ilusionadas y convencidas de que si son como nosotras sanarán como nosotras. ¿Nosotras como sanamos? Con amor. Cuando nos dan amor del bueno, amor desinteresado y cuando nos devolvemos a nuestro centro y empezamos a respectar nuestros deseos propios y a decidir con nuestro propio criterio. Peor nosotras estamos convencidas que el amor cura y entonces pensamos que, dándole comprensión y permaneciendo a su lado sin abandonarlo él se va a sentir bien, como nos sentiríamos nosotras. Pero él no sana así bella. De hecho, es poco probable que le interese sanar. A veces bella, no vale la pena amar como querrías ser amada ni entender cómo te gustaría ser comprendida. Porque no todo el mundo te merece, y tu amor y atención no es “un vaso de agua que no se le niega a nadie”. A veces todo lo que hay que hacer es irse, y dejarlos ahí, que ardan. Por cierto, quizás a ti te vino bien que alguien alguna vez te haya ayudado a escapar de las garras de tu mama o papa… Pero ni se te ocurra que lo puedes ayudar a él a hacer lo mismo. Su relación con su mama es mucho más complicada y simbiótica, y es poco probable que le interese cambiar esa dinámica patológica. Estos seres no quieren mejorar, quieren seguir en su vida de vínculos poco sanos e irlos reemplazando por otros y saltando de unos en otros. Y con la madre, On/off, On/off, o sea, a veces la ama a veces la odia. Se pelea tan solo para volver. Olvídate que alguna vez vaya a soltar eso. No aguantes nada. Ándate! Ese es el mejor consejo que puedo darte y será el título de uno de mis nuevos workshops. Estate atenta.

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